El Cajón de San Marcos es un muy buen exponente del sincretismo entre la cultura andina y la cultura española. Este cajón, con el correr del tiempo, dio origen al retablo peruano contemporáneo.
Primero fueron las cajas de santos.
Hasta mediados del siglo XIX los pastores de la región de Ayacucho cargaban unas cajas con pequeñas piezas talladas en piedra que representaban ciertos santos. Muchos de los pastores trabajaban encima de los 3000 metros de altura y las “cajas de santo” cumplían una función mágico-religiosa, para proteger los rebaños.
El reconocido artesano Joaquín López Antay empleó una técnica desarrollada en el seno de su familia. Con las pequeñas esculturas de piedra de Huamanga de las cajas de santos fabricaba moldes para replicarlas en otro material. De esa forma se podía ahorrar tiempo y dinero en la elaboración de las cajas. Las nuevas piezas se confeccionaban con una mezcla de yeso y papa que, una vez seca, endurecía como la piedra y se coloreaba con pintura de tela.
A mediados del siglo XIX los arrieros andinos comenzaron a encargar cajas más elaboradas: así surgieron los Cajones de San Marcos que transportaban de pueblo en pueblo. Esos cajones se convirtieron en el centro del rito anual más importante de la producción ganadera: la marca del ganado o yerra. En el taller de López Antay se elaboraban muchos de ellos
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El simbolismo de los Cajones.
Cada cajón simboliza un “Apu” o dios tutelar andino, la poderosa montaña que protege a los hombres. Lleva en su interior la representación de la ceremonia del marcado del ganado, dividida en dos pisos que simbolizan dos mundos.
Alicia Seade, especialista en este tema, describe los símbolos presentes en los Cajones.
En el piso superior, como en las antiguas cajas, se presentan las divinidades protectoras de los animales. En el centro se encuentra San Marcos -el más importante de todos y que protege al ganado vacuno- rodeado de Santa Inés –o Santa Clara, protectora de las cabras- y San Juan, protector de las ovejas y su pastor. También pueden parecer San Lucas, que protege al ganado de sus depredadores naturales y San Antonio de Padua –con un niño en brazos-, protector de los asnos y burros.
En el piso inferior se representa una historia terrenal que se desarrolla en dos tiempos. A la izquierda se encuentra "la Pasión", representada por verdugo y un hombre herido colgado cabeza abajo, su sangre baña a la tierra (alimenta a la Pacha Mama). Cerca del hombre se encuentran dos mujeres que lloran, piden por la vida del hombre, un ladrón de ganado. En el centro se encuentra un hombre con un brazo levantado, en ocasiones con un libro abierto (que a la vez representa el libro sagrado y el libro de contabilidad) en la otra mano, es el patrón que termina por perdonar al hombre. A quien lavan y le entregan una botella de aguardiente. A la derecha se encuentra "la Reunión", se representa la fiesta: hay animales, vendedoras de queso y músicos, entre otros.
El Cajón -donde conviven los santos con elementos propios de la religiosidad andina- fue utilizado en los ritos de herraje de ganado y protección de los hogares y se dejó de fabricarse en las primeras década del siglo pasado. Alicia Seade Delboy, de quien tomamos mucho de lo que aquí se plantea, se ha dedicado a investigar la historia de los cajones y a restaurarlos.